Un paseo diferente

Un día andando como de costumbre me encontré con una cremallera, al principio dudaba, pensaba: Ana.. no lo hagas, no la abras, no sabes lo que habrá dentro.

Es cierto que era una simple cremallera, me parecía inofensiva, pero no lograba saber el por qué de mi miedo. Finalmente me armé de valor y comencé a abrirla, para mi sorpresa me encontré con una preciosa vela en su interior, la vela más bonita que jamás haya visto. Pero en seguida me di cuenta de que a parte de estar apagada estaba completamente rodeada de cuerdas llenas de nudos que apenas dejaban que fuese vista en su totalidad.

Cuando metí la mano y toqué uno de esos nudos comencé a hacerme cada vez más pequeñita y caí dentro de la ranura de la cremallera. Asustada, sin saber que hacer estuve durante unos momentos tirada en el suelo de aquel lugar desconocido, encogida y con la cabeza entre mis rodillas. Tras unos momentos de agobio levanté la vista y vi el comienzo de aquella cuerda que antes era muy pequeñita y que ahora me parecía inmensa. Me decidí, me levanté y me acerqué a ella poniendo una de mis manos justo encima; en aquel momento sentí que aunque mi corazón parecía que se iba a salir del pecho ya no existía ese miedo a lo desconocido.

Comencé a andar siguiendo la cuerda, siendo guiada por ella como si se tratase de un pasamanos. Cuando llevaba un rato caminando me encontré con mi primer obstáculo; era un gran nudo oscuro y bien atado, a simple vista un nudo como otro cualquiera hasta que me acerqué un poco más. En él pude ver a varias personas que me habían hecho daño en el pasado, esto me hizo recordar los momentos que pasé con ellas. Y me di cuenta de que cada vez que se me venía a la mente algún momento de dolor, el nudo se apretaba un poco más; tenía miedo de no poder seguir mi camino y quedarme allí en ese estado para siempre, así que me esforcé y traté de encontrar momentos bonitos. En seguida se me vino a la mente un montón de vivencias en las que me reía con aquellas personas, en las que sentía cariño, en las que cantábamos alguna canción…

Cuando volví a levantar la cabeza aquel nudo que tan grande y oscuro era se había convertido en una preciosa flor, que no estaba ahí puesta para impedir el paso sino para que cada vez que pasases por ella pudieses apreciarla y oler el aroma que desprendía.

A lo largo del camino me llegué a encontrar varios nudos más: nudos de miedos, nudos de baja autoestima, nudos de errores…

Tardé mucho tiempo en recorrer aquel camino, había días que me cansaba, que no sabía como continuar, a veces me cabreaba, otras veces lloraba y buscaba apoyo en algún sitio olvidándome de que en aquel lugar sólo estaba yo. Pero las ganas de llegar y mi cabezonería me impulsaron a seguir.

Tras dejar uno de esos nudos que ahora se había convertido en otra flor, seguí mi camino agarrada al pasamanos. Y de repente la vi, vi aquella preciosa vela pero esta vez encendida iluminando de la manera más asombrosa y brillante el resto de la estancia, y cuando me di la vuelta me di cuenta de todo lo que esa luz iba dejando a la vista. Pude ver a mi familia, a mis amigos, a gente desconocida del pasado y del futuro. Me di cuenta de que en ningún momento había estado sola, sino que ellos me acompañaban como espectadores de un camino que sólo yo podía hacer, hacia una luz que sólo yo podía encender.

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